jueves, 24 de octubre de 2013

ORIGEN Y EVOLUCIÓN DE LA IMPRENTA
El nacimiento de la impresión exigió técnicamente tres elementos básicos: para poder imprimir un texto se necesitaba obligatoriamente el papel, porque por su bajo costo y su carácter liso era el que más se prestaba para tales fines. El papel llegó al continente europeo en el siglo XII, a través de los árabes, como artículo de importación, convirtiéndose en el producto más importante para la imprenta. La segunda «condición» eran las tintas y colorantes. Y el último elemento era cualquier superficie que contuviera la imagen que se quisiera imprimir, en principio se utilizó la madera y la piedra como superficie.
Dos mil años antes de Cristo, China, la tierra de Mao Tse-Tung y Confucio, poseía estos tres elementos indispensables para el manejo de la imprenta. En esa nación se utilizaron pilares de mármol, sobre los que esculpieron textos en honor de Buda, precursor y fundador de la religión budista.
En el siglo XI, en plena era cristiana, el alquimista chino Bi Sheng usó por primera vez tipos móviles y cubos de madera en cuyos extremos habían sido talladas las letras con un pegamento que le permitía retirar las primeras y luego volver a utilizarlas. Pero el gran número de signos que componen el alfabeto chino impidió la divulgación y desarrollo del invento de Sheng.
Aún hoy la autoría de la imprenta es discutida por algunos. Los holandeses tributan ese honor a Lauren Janszoom Coster e instalaron una inscripción en una casa de Haarlem en la que aseguraban que allí fue inventada la imprenta hacia 1440. Pero no hay pruebas contundentes sobre ello. Es posible que Coster imprimiera con tipos móviles antes que Gutenberg , pero éste hizo posible el uso generalizado del invento al desarrollar el método de fundición de los tipos. Otro artesano, Johann Fust se atribuyó, él mismo, el invento. Algunos historiadores sostienen que el orfebre Prokop Valdfoghel ya usó tipos móviles en 1444 y algunos italianos adjudicaron el invento al impresor milanés Pamfilo Castaldi.
Hoy la investigación sostiene que el inventor fue Gutenberg. ¿En qué consistió su hallazgo? Lo que descubrió no fue el arte de imprimir sin más, actividad que ya se había desarrollado muchísimo tiempo atrás. Se tiene noticia de que en el siglo I los chinos imprimían dibujos en telas y de que en el siglo siguiente lograron imprimir textos con bloques de madera tallada. Lo que el alemán consiguió fue un sistema para componer rápidamente el texto a imprimir, que además podía ser utilizado reiteradamente para multiplicar las copias.
El secreto de la innovación artesana de Gutenberg estaba en una pieza que se conoció como tipo móvil y que fue la base del arte de imprimir hasta la invención de nuevos sistemas, ya en el siglo XX. El tipo era un bloque que en una de sus caras llevaba en relieve el dibujo de una letra o de un signo ortográfico. Juntando distintos tipos y sujetándolos fuertemente para que no bailaran, se podía componer líneas de texto y páginas enteras, estampadas por las dos caras. Una vez concluida la impresión, los tipos podían ser usados más veces en nuevas composiciones. Ello fue posible gracias a otra innovación de Gutenberg: fabricar los tipos metálicos con plomo, bismuto y antimonio, aleación que era a la vez maleable para grabar las letras y los signos, y dura para resistir constantes presiones.
La prensa para elaborar su trabajo la tenía Gutenberg al alcance de la mano. Recurrió a la prensa de vino, el aparato que exprimía la uva para su fabricación. Con algunos retoques, el artesano utilizó el torno y la plancha presionadora para conseguir que la forma con los tipos ajustados, previamente entintada con un rodillo, entrara en contacto con el papel y éste quedara adecuadamente impresionado. A partir de ahí, sólo había que entintar, presionar y colocar cuidadosamente el papel para obtener repetidas copias exactamente iguales. Una vez obtenidas las reproducciones deseadas, sólo había que deshacer la forma para utilizar de nuevo los tipos en otras composiciones y volver a repetir el proceso.
¿Sabía Gutenberg que este procedimiento basado en los tipos móviles había sido ya experimentado en otro tiempo y en otra cultura? Es una pregunta de imposible respuesta, pero es lógico pensar que desconociera que en el siglo XI y en China un alquimista llamado Bi Sheng imprimió con tipos móviles. Si este primer experimento hubiera sido de dominio común, lo más probable es que la imprenta de tipos móviles se hubiera adelantado unos siglos. En todo caso, la idea de Bi Sheng no tenía futuro pues los miles de signos del alfabeto chino la hacían impracticable. El alquimista oriental se quedó en un simple precursor para la Historia, inhabilitado por dificultades insuperables. En el siglo XIV también los coreanos inventaron tipos móviles pero tuvieron problemas parecidos. Hubo que esperar hasta mediados del XV para que un alfabeto de poco más de 20 letras permitiera poner en práctica el revolucionario plan.
En 1450 realiza las primeras impresiones comerciales que van a permitir fechar en este año la invención de la imprenta. No ha quedado rastro de esos impresos pioneros, pero poco después Gutenberg construirá lo que será la magna obra de su ingenio como impresor y que le hará pasar a la posterioridad: la Biblia, que empieza a imprimir en 1453 y que termina tres años después.
La Biblia de Gutenberg es una obra de arte, no sólo por relación a las limitadas capacidades de su prensa de tornillo y a la trabajosa grabación de los tipos y composición de las páginas sino, aisladamente considerada, porque es un prodigio de composición y de gusto. Consta de más de 1200 páginas impresas en letra gótica, a dos columnas por página, de 42 líneas cada columna. Por este detalle se conoce también el libro como la Biblia de 42 líneas y asimismo como Biblia de Mazarino, por haber sido encontrado el primer ejemplar en la biblioteca de tal cardenal francés. Pero es la Biblia de Gutenberg, su nombre más preciso y más justo.
Es un libro que se encuentra entre la vieja y la futura técnica de imprimir. El artesano de Maguncia empleó en él su invención pero siguió apoyándose en el arte de los iluminadores y decoradores de libros. Imprimió el texto, dejando hueco para la letra capitular —la inicial de cada párrafo— y las orlas de la página, que luego los dibujantes introdujeron en vivos colores. El resultado es un libro insólito y hermoso, del que Gutenberg imprimió no más de 300 ejemplares, que seguramente salieron a un alto precio. De esa tirada se conservan 46 ejemplares, dos de ellos en España —en la biblioteca pública de Burgos y en la biblioteca de la Universidad de Sevilla—. En ninguno figura la firma del impresor, ni una referencia, como se ha dicho. Fue el gran e inexplicable error de Gutenberg, que sus continuadores no repitieron.
Así, la impresión de Gutenberg, más flexible, produjo trabajos de más calidad y permitió imprimir ambos lados de cada hoja. El siglo XVI trajo consigo adelantos mecánicos que regularon la presión de la platina, la nueva modalidad evitó las manchas de tintas que aparecían en los impresos.
Como toda generación que nace y se fortalece, todo invento presentado al público sufre transformaciones que en muchos casos traen como consecuencia su perfeccionamiento. Gran Bretaña construyó la prensa de metal en la misma época que apareció en Francia dos métodos recientes de impresión, como la estereotipia que multiplicó la velocidad de la edición.
Pero el establecimiento de un taller requería una fuerte inversión financiera para el alquiler o compra de los locales, la adquisición del papel, el equipamiento de prensas, tipos y otros enseres, así como para el pago de los jornales. Muchos no encontraron los recursos precisos con facilidad y se vieron obligados a llevar una vida nómada con sus bártulos, parándose en las ciudades donde encontraban trabajo temporal, generalmente al servicio el obispo.
Por otra parte, un taller precisaba personas con diferentes actividades. En primer lugar el intagliator o grabador de punzones y fundidor de las matrices, que podía ser el jefe del taller; después el corrector de pruebas, que a veces se encontraba fuera del taller, como encuadernador. Eran esenciales los maquinistas (torculadores) y los cajistas (compositores), encargados, respectivamente, de la impresión y de la composición de los textos, y el responsable de la fabricación de la tinta.
Los profesionales llegaron a la propiedad de los talleres cuando consiguieron dinero para establecerse. Hubo casos de adquisición de un negocio en marcha y hubo otros en los que la propiedad se alcanzó por casamiento con la hija o la viuda del fundador. Los impresores procedían, en general, de personas relacionadas con el libro.

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